Hace unos años, tuve la ocasión de cursar Primaria y Secundaria junto a un amigo mío con Autismo, Aritz. Aritz iba a clase conmigo y tenía una profesora que acudía también a todas las clases con él que le proporcionaba toda la ayuda necesaria. Primeramente, os explicaré un poco mejor quién es Aritz, Aritz es un niño con TEA que, a día de hoy, tiene 18 años. Aritz vive en Ermua con su padre, su madre y sus dos hermanos. A Aritz le encanta el fútbol, no se pierde ningún partido desde el móvil y es un apasionado en mandar audios a un grupo que tienen él y todos los padres de la cuadrilla.
Olatz, su madre, nos cuenta un poco como se dieron cuenta de que Aritz padecía un Trastorno del Espectro Autista bastante severo. Ella afirma que “En su momento no caminaba, no hablaba nada, pensábamos que era mudo, no miraba a la gente. Lo que más nos extrañó era que no dijera una palabra.” Fue entonces cuando le hicieron un montón de pruebas. Después de descartar que era sordo o mudo empezaron a pensar en otras alternativas para saber lo qué le pasaba. “En aquella época vivíamos en Vancouver y nos llevaron a un centro de autismo y allí nos dieron el diagnóstico de que Aritz era un niño con autismo.”
La madre de Aritz explica como su hijo fue diagnosticado de TEA cuando tenía tres años y dos meses y “nuestro primer pensamiento o sentimiento fue especialmente la pena y el miedo porque no sabíamos qué era, ni de que iba. Además, mi idea del autismo era totalmente diferente, pensaba que los/as niños/as con autismo solo miraban a la pared y que tenían un comportamiento muy pasivo, al contrario, cuando Aritz era pequeño era muy activo, nunca se estaba quieto, por lo que no entendía nada de lo que era, especialmente de lo que iba a ser en el futuro. Lo primero que hicimos fue buscar información, buscar recursos y dónde ir a pedir ayuda”.
La época del Covid-19 y, del confinamiento, también fue muy difícil para las personas con TEA. Tenían la posibilidad de salir a la calle llevando una pulsera para que se supiera porque estaban en la calle, es muy complicado y un infierno para los/as niños/as con autismo encerrarse en casa y no poder salir para nada, así que les dieron el permiso de salir, para que así se pudieran despejar y fuera todo mucho mas calmado tanto para ellos/as como para los que convivían en casa con ellos/as.
Aun así, Olatz dice que para ella el confinamiento fue un infierno, sobre todo las primeras dos semanas, tal y como nos ha contado “Tenia que duchar a Aritz tres veces al día para que se despejara y estuviera tranquilo, además, cuando salíamos a la calle íbamos como escondidos porque la gente no sabía nada y salía a los balcones y decían cosas y se quejaban. Para Aritz comprender que tenía que dejar de lado por un tiempo su vida fuera, es decir, los partidos de fútbol que le encantaba ver, ir a la escuela, el respiro al que iba una vez al mes un finde semana entero y más rutinas diarias que tenía era muy complicado. Se frustraba y estaba muy ansioso.” Nos cuenta también como, después de dos semanas eternas, “al final no entendió del todo porque teníamos que estar encerrados en casa, pero sí que se acostumbró y creó como una rutina para que el tiempo se hiciera más ameno, dormía mucho, comía, a las ocho salía al balcón a aplaudir…”.
Por otra parte, hay mucha controversia sobre si es bueno escolarizar a los/as niños/as con TEA o Asperger o sería mejor llevarles a un centro especializado en ellos/as y que puedan trabajar para mejorar su calidad de vida centrándose en su inclusión social, el desarrollo de las habilidades sociales, las relaciones…
Olatz ante esta cuestión, dice que no sabría que responder, le parece una pregunta bastante compleja ya que cada niño/a es diferente y cada caso es diferente, pero, aun así, nos cuenta un poco lo vivido con Aritz. Aritz cursó Primaria y Secundaria en Anaitasuna Ikastola en Ermua, en el mismo centro al que yo iba. “Fueron dos años bastante duros, tanto para Aritz como para nosotros, no entendía la materia, había mucha tensión y por consecuencia de la tensión que vivía en clase se comportaba mucho más violento en casa con nosotros. En el caso de Aritz, lo llevamos a una escuela especial para casos de TEA, donde hoy en día está muy tranquilo ya que son centros que amoldan el currículum educativo a la situación de estos niños y les ayudan a avanzar bastante en su vida personal y en su día a día”.
En conclusión, está claro que, al escolarizar en un centro ordinario a un/a niño/a con TEA, tiene que haber grandes esfuerzos por todas partes. El centro se tiene que esforzar en adaptarse a las necesidades de cada niño/a, los/as docentes tienen que estar preparados/as para estas situaciones y tener una formación previa para saber cómo actuar y, por último, los/as compañeros/as tienen una labor muy importante en la inclusión del niño/a también.